EL COLOSO DE HERRADURA IRÁ A PARIS
Cuando el coloso, Mijaín López, dio el si a Paris 2024, el corazón de mucha gente se aceleró. A estas horas, cuando su preparación cursa por el hilo de lo esperado, no hay otros reparos que no sean los matices heroicos de su legendaria carrera deportiva.
Los 41 años cumplidos son solo una motivación para la proeza que intentará materializar el gladiador cubano en la XXXIII edición de los Juegos Olímpicos.
Cuando “El Gigante” compita en el torneo de lucha grecorromana, estará firmando la sexta participación de su carrera en estas lides, buscando, nada más y nada menos, que el quinto título en una especialidad individual.
“Es muy difícil alcanzar lo que él hará. Seguramente hay muchos atletas que seguirán su legado, pero el listón queda muy alto, y creo que es una hazaña insuperable”, nos cuenta Raúl Trujillo Díaz, entrenador principal del equipo cubano de lucha grecorromana.
Un hombre que también ha dedicado su vida a este deporte. Un hombre que cree en el hombre que ha tenido la misión de entrenar en los últimos tiempos y un ser humano que confía en la voluntad de ese Coloso, de Herradura, que se las ha ingeniado para esculpir una historia absolutamente única.
EL NIÑO; EL TERRIBLE
Mijaín López Núñez nació en Herradura, una localidad del municipio de Consolación del Sur, perteneciente a la provincia de Pinar del Río en el Occidente de Cuba.
Es el pequeño de los tres hijos de Leonor Núñez y Bartolo López. Misael y Michel, sus hermanos mayores, también hicieron deporte, con Michel destacando al obtener una presea de bronce en los pesos superpesados del boxeo olímpico en Atenas 2004.
Mijaín empezó a luchar con 10 años. Y según contó Michel en entrevista concedida a AFP, fue el niño «malcriado y gruñón” de la familia.
Le decían, con obvia ironía, El Niño, y, ocasionalmente El Terrible, por su tamaño y visibles condiciones para esta disciplina. Cuando tenía 13 años se fracturó la tibia y el peroné en una competición, y aunque su padre le prohibió seguir practicando lucha, él regresó al colchón. Un bendito acto de desobediencia.
SU LUCHA
Aunque la lucha proviene de la antigüedad y se originó en las regiones de Roma y Grecia, fue un francés soldado de Napoleón, Jean Exbrayat, quien enunció por primera vez las reglas de lo que hoy conocemos como Lucha Grecorromana, al popularizar la norma de no realizar presas por debajo de la cintura.
Para ese entonces, 1848, se le empezó a llamar «lucha francesa» o «lucha a manos planas».
Habría que hurgar hasta el fondo en los baúles estadísticos de esta modalidad para encontrar la fecha exacta, pero ha pasado tanto tiempo desde que Mijaín López concedió un punto en sus combates que cuesta trabajo recordarlo.
En el imaginario de los seguidores de la lucha descansa aquella pelea que perdió en la final del campeonato mundial de Estambul en 2011 ante un jovencísimo Riza Kayaalp. Después lo volvimos a ver caer en 2015, ante Kayaalp, en el Mundial de Las Vegas 2015. Fuera de eso, poco más.
Mijaín pesa más de 130 kilos y es un gigante en potencia. Un coloso; ganador. El primer título de su vida llegó en los Juegos Panamericanos de 2003, en Santo Domingo, pero tiene tantas medallas como kilogramos de peso.
Solo en la alta competición suma cuatro preseas de oro olímpicas, es cinco veces campeón mundial y también cinco veces campeón Panamericano. Tres títulos en Juegos Centroamericanos y del Caribe, tres títulos en Copas del Mundo, nueve en Campeonatos panamericanos de lucha, y así, sucesivamente.
LAS HUELLAS DEL COLOSO, UN GRAN CAMPEÓN
Lo que hace grande a Mijaín son sus valores. La lealtad, el compromiso y su voluntad. Las medallas son solo el fruto de ello. Y de querer, creer y trabajar.
Han pasado unos 19 años sin que él sepa lo que es perder un combate. La gente, rivales incluidos, lo miran con ilusión acumulada. Él siempre responde, con un gesto atinado. Tiene totalmente claro que «La humildad le hace más grande.»
Cuando ganó en Tokio 2020, se convirtió en el sexto deportista que enlazaba cuatro oros consecutivos en la misma disciplina en Juegos Olímpicos tras Paul Elvstrøm, Carl Lewis, Kaori Icho, Michael Phelps y Al Oerter.
Esa cuarta medalla de oro en la lucha le valió para dejar atrás a Alexander Karelin (oro en 1988, 1992, 1996, plata en 2000), y consagró su historia dentro de la isla, superando los tres títulos Olímpicos de Teófilo Stevenson (1972, 1976, 1980) y Félix Savón (1992, 1996, 2000) en boxeo.
Ahora, en Paris, El Coloso irá por quebrar ese “récord” nacional que aún se sostiene en los cuatro oros del zurdo, Ramón Fonst, ganados en la esgrima.
Unos pocos días después de que termine su participación olímpica en la urbe de la Torre Eiffel. Escasos días después de que libre lo que debe ser el último combate oficial de su carrera deportiva. Concretamente el 20 de agosto, cumplirá 42 años.
“Lo veo, pero no lo creeré hasta el momento en que lo logre”, aseguró al portal en español de los Juegos Olímpicos, Mijaín López.
“Soy un atleta que voy haciendo las cosas paso a paso. Me gusta que todo vaya fluyendo como tiene que ser. Hay que entrenar, hay que cuidarse, hay que ser disciplinado, hay que hacer estrategias. Pero sí creo que tengo esa actitud y la confianza de poder lograrlo”. – concluyó.
Y es que es difícil imaginarlo sin visualizar que logra su objetivo. Ha dado tantas muestras de su fortaleza mental que su inexorable fortaleza física queda en un segundo plano. Con su presencia impone, condiciona y prestigia la magna cita.
Y es que el coloso, encarna a la perfección esa imagen victoriosa de los hombres invencibles de antaño.
Trujillo afirma que si estuviéramos en la época antigua sería considerado, sin dudas, como uno de aquellos dioses del Olimpo.
Él, en tanto, se sigue sintiendo como el chico humilde e inquieto que de pequeño perseguía animales y se montaba en cajas de frutas. Entiende su vida como una sucesión de acontecimientos derivados del amor y respeto que siente por su deporte y por la disciplina con que ha obrado a lo largo de todos estos años que ha permanecido en el alto rendimiento.
Escrito por Lilyan Cid